El Hombre de la Gorra Roja

Estaba en la estación de Badalona esperando el tren con mis padres para regresar a casa. Yo debía tener unos 10 años pero tenia un cerebro de 8. Debo reconocerlo.

Era un dia de aquellos que llegas a la estación y te enteras de que el ultimo tren-tranvía acababa de salir y que el próximo no pasaba hasta dentro de 45 minutos.

Recuerdo perfectamente la cara de mi padre cuando se entero. Habíamos ido a bañarnos en las playas de aquella población por que siempre estaban mas limpias que las de BCN.

Habíamos adelantado la vuelta por que empezó a nublarse

Teníamos siempre la costumbre de coger el autobús pero, a pesar de que la estación del tren de mi casa estaba a 1 Km. y la del autobús a unos escasos 15 m. Aquel dia, por darle gusto al niño, la madre convenció al padre para coger el tren.

Hay que señalar tambien que de la estación del tren a la playa, en Badalona, hay escasamente 5 minutos andando. Y hasta el autobús, en aquella época, 1 Km

El asunto estaba compensado sino haced cuentas.

Mi madre, más comprensiva, convenció de nuevo a mi padre y decidimos entre todos esperar el tren.

Pero 45 minutos para un niño de 10 años, era mucho tiempo para llenar. Así que ni corto ni perezoso empeze a explorar por mi cuenta “aquellos andurriales”.

Paseando me acerque a la puerta de las dependencias de lo que hoy sé es la sede del jefe de estación

Estaba cerrada pero al parecer no muy bien. Como aquel que no quiere logre entreabrirla para echar un vistazo al interior.

Un pequeño panel negro colgado en un lateral de la habitación con luces rojas y verdes ocupaba el interés de un hombre con gorra roja que se acariciaba lentamente y en silencio el mentón.

Mas a su derecha, el expendedor, de espaldas a mi sentado en un incomodo taburete, dispensaba los distintos billetes a través de la ventanilla.

¿De modo que así era el interior de la taquilla vista por dentro? Me dije.

La verdad, una vez vistos, no me pareció muy interesante aquellos entresijos internos. Así que decidí inspeccionar el resto de la estación.

¿Sabíais los mas jóvenes que en su época de esplendor la de Badalona era una estación enteramente cubierta?

En su lado BCN, frontal y andenes centrales unas columnas de hierro forjado sostenían las cubiertas de pizarra.

La verdad es que constaba de 4 andenes. Uno de terminal. Dos centrales y el cuarto por el cual se detenían en su época los trenes correos o de mercancías en su vertiente mas alejado del edificio

Por curiosidad, extraña cosa para un niño de 10 años, me acerque al anden terminal a observar los raíles. Por su estado pude deducir el tiempo que por allí no paraba un tren.

En comparación con los raíles centrales, aquellas vías con sus traviesas rezumaban polvo acumulado. Sus raíles, además, si no tenían debajo del polvo una décima de oxido poco les faltaba.

Incluso los topes, abandonados a su suerte, empezaban a caerse por su propio peso de su emplazamiento. Un muro de hormigón hecho ex profeso en su época para la ocasión.

Ni corto ni perezoso, agotadas mis pesquisas por ese lado, cruce las vías. Estaba el paso señalado por encima de los raíles y el subterráneo visible por sus barandillas pintadas de color negro.

Naturalmente cruce por el señalado. ¡Cómo no!

Una vez allí observe tambien el estado de las vías. Aquellas estaban mucho mejor. No tan brillantes pero en uso.

Se había terminado de empeorar el dia. De repente, ajeno a todo oí el ruido característico de la llegada de un tren que me alarmo. Deduci su llegada por el sentido de BCN.

Debo decirlo. Me puse nervioso. Si aquel tren paraba en la estación, a mí me costaría además de una bronca, un gran rodeo llegar al otro lado.

Ni por un instante llegue a pensar en el paso subterráneo. Cosa de niños.

Inconsciente empeze a correr hacia el paso señalado cruzándolo en el momento que la cabeza de la Suiza que llegaba a toda velocidad de BCN empezaba a vislumbrarse hacia el principio de los andenes.

El tren no se detuvo. Era un semi-directo a Arenys de Mar. Así rezaba el cartel sujeto al lateral del convoy.

Lo estaba leyendo cuando una mano desconocida se poso en mi hombro obligándome a volverme.

El hombre de la gorra roja, el que estaba acariciándose la barbilla en la oficina, estaba ante mí con apariencia muy enojada.

- ¡¿Sabes lo que te habría podido ocurrir al cruzar las vías de esta manera...?!

No le pude contestar. La verdad es que no quise. Sabia de sobras lo que podía haber ocurrido. De modo que me limite a alzar los hombros en silencio. ¡Que remedio!

- ¡Si hubieras dado un mal paso y caído a la vía,- siguió con la reprimenda el hombre de la gorra roja - nadie te hubiera podido salvar! Ese tren va a unos 70 Km. por hora ¡No hubiera tenido tiempo de detenerse!

Yo en silencio asentía. Sabia que había hecho mal. No tenia defensa posible ante “aquella autoridad”.

En silencio espere su “sentencia”

- No quiero verte jugar en esta estación nunca mas ¡¿Me has entendido?!

Asentí en silencio. El hombre de la gorra roja estaba enojado de verdad. No tenia ganas de enfurecerlo mas.

- Y la próxima vez que te ocurra algo parecido cruza por el paso subterráneo que para eso esta. Ahora vuelve con tus padres. Afortunadamente ellos no han visto tu “Proeza”

Eso era verdad. Yo aprovechaba cada descuido de ellos para despistarme. Y aquella había sido una de tantas.

Volví con ellos que seguían sentados en un banco de madera en el lateral de la estación ante la mirada del hombre de la gorra roja y allí me quede hasta que vino el tren.

La verdad es que me había impresionado aquella reprimenda. Mas que si mi propio padre me la hubiera dado que ha decir verdad jamás se entero de mi proeza.

FIN

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