EL VAGÓN 209

El depósito ferroviario de Pueblo Nuevo estaba al lado del campo de la bota. Un barrio de barracas construido en su mayoría por emigrantes venido de otras partes de España. Al lado de la playa. Prácticamente le daba la espalda.

En ella vivía Pedro con su madre viuda.

En el depósito llevaba ya trabajando unos cuatro meses. Tenía 18 años y el empleo, como veis, era relativamente nuevo. Era verano, tenia mucho calor y una hora escasa para comer lo que su madre le preparaba nada mas levantarse. 

Pero aquel día no tenia hambre y si mucha calor.  

Previniendo de nuevo otra jornada veraniega, ni corto ni perezoso nada mas levantarse se puso el bañador y encima la ropa además de unos calzoncillos y una toalla de muda para después del baño. Y con las viandas del día se fue trabajar. Llego el mediodía y salio corriendo por en medio del deposito hacia el muro levantado nada mas construido el deposito para separarlo de la playa. Ahí existía una pequeña puerta que permitía el acceso a la misma.

Salio deprisa sin que sus compañeros lo vieran pasando por lado de un misterioso vagón abandonado en la vía muerta deteniéndose un instante. Se le había ocurrido una idea. Llevaba la muda y la toalla pero para cambiarse de ropa necesitaba un rincón. Y aquel solitario Vagón le serviría para su pequeña travesura. 

Al parecer llevaba allí mucho tiempo. Años quizás. Era un viejo modelo costa de la extinta compañía MZA (Madrid, Zaragoza, Alicante) según decían los compañeros. Al tiempo que las maquinas que les llegaban para el desguace, de vez en cuanto  les llegaban algún viejo vagón como aquel, vagones que tenían que desmontar, aprovechar el hierro y quemar la madera podrida. Pero el caso de aquel era extraño. Ocupaba una vía y nadie hacia nada para empezar la operación de desguace.  

Sin pensarlo… volvió sobre sus pasos hasta el primer escalón de acceso. Era de aquellos de madera donde los cuales poseían un balconcillo de acceso al interior provisto de una baranda de hierro.

Una vez arriba se acordó que, por seguridad, permanecía cerrado durante su estancia en el depósito.

La llave que le hubiera abierto la puerta la tenía en el cajón del banco del taller. El solo llevaba la de la puerta de acceso a la playa. No podría acceder al interior del vagón sin ella.

Observó extrañado el precinto roto. Maquinalmente alzo la mano y movió la maneta sin esperanza alguna al tiempo que empujaba la puerta. Ante su sorpresa y sin saber como, esta cedió. Se alegro de ello y acto seguido entro sin más. 

Ya hemos dicho que el depósito estaba al lado de la playa de modo que las vías corrían, tanto la de los apartaderos como la general, estaban paralelas a lo largo de todo el litoral. Su posición geografita era noroeste para que os hagáis una idea. 

Busco un asiento de lado mar. El sol daba por el otro lado y el vagón, a excepción de la puerta por donde el había entrado, estaba cerrada a cal y canto. Al menos eso creía el en aquel momento sin embargo no lo comprobó. Se quito la ropa dejándola recogida debajo del asiento junto a las viandas saliendo acto seguido cerrando la puerta detrás de si. 

Aquel día decidió finalmente pasar de la comida. Dentro del agua se estaba demasiado bien. Estuvo unos treinta minutos tras los cuales volviendo tras sus pasos, cruzando la vía solitaria que le separaba del vagón tras atravesar la puerta, accedió de nuevo al interior del con la intención de cambiarse.

En ello estaba cuando el ambiente sorprendentemente empezó a cambiar. La luz exterior empezó a menguar rápidamente al tiempo que unas extrañas ráfagas de viento empezaron a mover el vagón y filtrarse en su interior.

- ¡Que cambio de tiempo tan brusco! -. Pensó el muchacho distraídamente.

De improviso una voz de chiquillo le pregunto…

- ¿Qué estas haciendo?

Sorprendido medio desnudo alzo la mirada al lugar de donde procedía la voz. Un niño de unos nueve años más o menos, se alzaba de pie en medio del pasillo mirando muy interesado su proceder. Se sintió extraño ante aquella mirada y su pregunta. ¿Es que acaso no veía que se estaba vistiendo? -. Se pregunto a si mismo

- Pues… poniéndome mis ropas -. Pudo decir al final saliendo de su estupor -. ¿Y tú? -. Le pregunto recobrando el control. __. ¿Qué estas haciendo aquí? ¿¡No sabes que esta prohibido subir a estos vagones!? -. Le dijo, ahora si, algo mal humorado.

- ¡Estoy buscando a mi mama! ¿La has visto?

Lo miro perplejo. ¿Su madre andaba también por ahí…?

- Pues… la verdad es que no -. Le respondió al tiempo que alzando la cabeza inspeccionaba por encima de los asientos el interior del vagón ahora medio oscurecido temiendo la hipotética aparición de la mujer.

De golpe el chiquillo empego a chillar y a sollozar.

- ¡¡¡quiero ver a mi mama!!! ¿¡¡Donde estas mama…!!? -. Chillo una y otra vez vuelto al pasillo del vagón al tiempo que empezó a correr a su través. Primero despacio y luego a la carrera.  

Pedro, sorprendido por aquella extraña actitud se levanto sin soltar sus prendas para observar el recorrido del chaval que entre sollozos, gritos y lágrimas avanzaba hacia la otra puerta de salida que ante su sorpresa se hallaba abierta. Pero no fue eso lo que le llamo la atención. ¡El paisaje agreste que creyó ver por un instante tras ella no coincidía en nada al del depósito!

El chaval atravesó el marco de la puerta cerrándose tras él ante el todavía sorprendido Pedro.

Acto seguido el tiempo empezó de nuevo a cambiar. El ambiente se clareo de nuevo y el viento ceso de repente. Pero Pedro ya no deparaba en ello. Se termino de poner los pantalones y de un salto se abalanzo sobre la puerta cerrada. El chaval, en su loca carrera, podía haberse caído y sufrir algún daño. Fue lo primero que se le vino a la cabeza. Presiono la maneta de la puerta accionándola. Esta no cedió.   

Sorprendido lo probo de nuevo pero la maneta solo cedió el movimiento justo. Lo que le permitía el juego de la cerradura lo cual no era mucho.

Pedro tuvo que aceptar que la cerradura de la puerta estaba cerrada. 

Tras meditarlo, se tranquilizo. ¡Había sido victima de una extraña broma!-. Pensó -. ¡El chaval había cerrado la puerta tras el!

Debía ser uno de sus pequeños vecinos de su barriada -. Se dijo a si mismo tranquilizándose pero podía muy bien haber sido inducido por alguno de sus compañeros del trabajo. No era fácil que un infante de aquella edad pudiera frecuentar aquellos lugares. 

Seguro que cuando llegara al trabajo, algún compañero, le mencionaría el caso para reírse a su costa. ¡Y se lo tenia merecido! ¿¡Quien le mandaría elegir un viejo vagón para cambiarse!?  

Volvió sobre sus pasos a recoger el resto de sus ropas esparcidas por el suelo entre los asientos. Pero mientras eso hacia se puso a pensar que tal vez lo mejor seria no contar a nadie lo acontecido. El autor de la broma no tardaría a darse a conocer por si mismo al tratar de mencionar lo ocurrido.

Fue luego, cuando salio del vagón, en que reparo el cambio brusco que  había sufrido el tiempo. Eso no había podido ser, en modo alguno, parte de la broma de la cual creía ser objeto. Pero decidió no darle mayor importancia. El tiempo, a veces, si se volvía loco.

La hora de empezar a trabajar estaba al caer y tenia que estar en su puesto de trabajo nada mas sonar la “sirena” de las tres. Y se fue al trabajo sin comprobar el exterior de la otra puerta convencido de que todo era una broma de alguno de sus compañeros.  

Pero aquella tarde, contrariamente a lo que el creyó, nadie refirió nada de lo acontecido en el vagón. Ni aquella tarde ni los dos siguientes días.

Pedro extrañado, se abstuvo de decir nada de ello. Estaba convencido, que había sido la victima propicia de una broma y quería que el autor se diera a conocer por si mismo delatándose al preguntarle. Pero nadie hizo mención de nada. Y aquello si que era extraño. 

Pasaron tres días antes de que Pedro volviera de nuevo a las andadas. A las dos, la hora de comer, llevaba puesto de nuevo el bañador bajo la ropa de trabajo y decidió guardar la muda de nuevo en el vagón. El día anterior lo había verificado el contorno del mismo sorprendiéndose al comprobar como se habían entretenido en cerrar la puerta con un alambre sellado por la compañía. La misma por donde el chaval había desaparecido. Incluso habían intentado simular la antigüedad del precinto. A simple vista parecía que el precinto llevada colocado bastantes años. ¡Ni el podría llevar a cabo una tan buena falsificación! 

La puerta de acceso del otro lado seguía abierta. Esta vez si se acordó de coger la llave del banco de trabajo. Subió, eligió el asiento más cercano a la salida, el mismo que la vez anterior. Se desnudo guardando esta vez la ropa en el interior del armario eléctrico desprovisto ya de cables o fusibles guardándose para él tan solo la toalla.  

En parte, el desguace del viejo coche de pasajeros había empezado tiempo atrás despojándolo de todo lo que parecía útil a otros coches aun en circulación. 

Era una manera de ahorrar que tenia la compañía en aquellos duros tiempos. 

Cerró la puerta y se fue a la playa por el mismo camino que la vez anterior tirándose de cabeza al mar. Media hora estuvo chapoteando en el agua para cuando decidió que ya era hora de volver al trabajo.

Provisto de la toalla, volvió pasar el muro por la puerta separaba la playa del depósito dirigiéndose al vagón. Se iba secando el pelo con la toalla que se había llevado mientras andaba y entonces casualmente vio una extraña sombra en el interior de vagón a través de los cristales. Se paro en seco asegurándose de no ver visiones. La pequeña sombra en el interior del vagón parecía observar su andar a través de los sucios cristales.

Pedro decidió apretar el paso. Estaba seguro que era de nuevo el mismo chiquillo que dos días antes le había gastado aquella broma pero… ¿Cómo demonios había entrado?

Había cerrado todas las puertas y no podría salir antes que el abriera de nuevo el vagón. Seguramente estaba allí antes de que el llegara. ¡No importaba! Ahora que creía tenerlo atrapado en el interior, le tendría que responder algunas preguntas.  

Cogió la llave que había dejado escondida detrás de una de las ruedas. Subió al balconcillo de acceso, la metió en la cerradura y abriendo la puerta entro a su interior cerrando tras de si. El tiempo, de nuevo, se trasformo de inmediato. Aquello, esta vez si que le llamo la atención. Pero allí se encontró al chaval vestido con las mismas ropas plantado en medio del pasillo observándolo en silencio.

- ¿¡Que estas haciendo aquí!? -. Le pregunto algo molesto por la aparente tranquilidad con que este lo observaba a pesar de estar de pie frente a el.

- ¡Estoy buscando a mi mama! -. Le respondió -. ¿Sabes tu donde esta? ¿La has visto?

Pedro se quedo perplejo. Otra vez la misma historia. ¿Es que los bromistas no tenían más argumento que ese?

- ¡Oye niño!_. Exclamo reaccionando. Será mejor que digas a tus amigos que se acabo la broma -. Le advirtió muy serio -.Ahora mismo vas a decirme quienes son si no la paliza que te voy a dar va a ser mayúscula -. Le amenazo a sabiendas que era incapaz de pegar a un niño indefenso.

- ¡¡Busco a mi mama!! -. Respondió empezando a sollozar como la vez anterior -. ¡¡¡Quiero ver a mi mama!!! -. Casi grito esta vez  al tiempo que se volvía y echaba a correr de nuevo a través del pasillo.

- Al ver el movimiento del chaval, Pedro se tranquilizo. La puerta estaba cerrada y por allí no podría salir esta vez como la anterior se dijo convencido.

El viento, empezó a zarandear con más violencia si cabe que la vez anterior y la puerta, lo más sorprendente de todo por imposible que le pareciera, se abrió de nuevo ante sus propios ojos. ¡¡Aquello no era posible!! -. Se dijo sin creerse lo que estaba viendo

- ¿¡¡Donde estas mamaaaa…!!? -. Chillo el chaval mientras desaparecía por el marco de la puerta abierta dejando ver por un instante otra vez el mismo paisaje agreste de la vez anterior. Antes de que la puerta se cerrara tras la salida del niño y el tiempo cambiase de nuevo. 

Inmóvil en medio del pasillo, Pedro no podía salir de su asombro. Nada de  aquello podía estar sucediendo. Cuando pudo reaccionar atravesó el pasillo todo lo rápido que pudo abalanzándose sobre la puerta tratando de abrirla. Pero la maneta no cedió. Llevaba aun la llave en la mano. La introdujo en la cerradura cediendo esta vez pero no sin mostrar resistencia a la llave. La empujo cediendo esta en parte. El precinto a la cual estaba sometida impidió su completa abertura. 

¡Aquello era de locos! Se dijo a si mismo incrédulo. No había velocidad humana posible en el mundo para poder actuar de esta manera.

Volviendo al cuadro eléctrico, tras comprobad que su muda seguía allá, empezó a vestirse lo mas rápido que pudo. Salto del vagón dirigiéndose al otro extremo donde pudo comprobar, tras subir al balconcillo que el alambre con el sello seguía intacto tal y como lo viera el día anterior.

Lo estaba viendo y no podía creérselo. Nadie podía haber salido por esa puerta. Era imposible. Ni siquiera aquel misterioso niño que por dos veces le había preguntado por su madre. 

Tras comprobar por enésima vez todo el coche, lo abandono esta vez si algo temeroso. Se encamino al taller esta vez con la certeza de dejarlo completamente cerrado. A excepción de las ventanas, no era del todo posible, sin ayuda, acceder a su interior.  

Tampoco esta vez dijo nada al respecto a sus compañeros. Quería que el responsable, o los responsables si los hubiera, se delataran. Pero ni aquel día ni el resto de semana nadie menciono el vagón 209. Y eso casi le enfureció. Alguien que se creía mucho mas listo que él se estaba riendo a su costa. Y eso no le gustaba lo mas mínimo. Sin embargo el asunto del precinto y la puerta cerrada con llave no le encajaba con nada relacionado con el taller.

El sello del precinto era de plomo. Estando en la intemperie había sufrido el clásico deterioro del paso del tiempo evidente para cualquiera. La cerradura… tres cuartos de lo mismo. Cuando intento abrirla de nuevo casi se dejo la mano en la llave para que la cerradura cediese.  

Nadie en su sano juicio se hubiera tomado tantas molestias para gastarle una broma -. Se dijo a si mismo aun sin mucho convencimiento. 

A la semana siguiente, Pedro quiso volver a la playa pero sin dejar de usar el vagón como caseta de muda.

El día anterior, como izo la vez anterior pero esta vez a conciencia, aseguro todo el vagón. Era materialmente imposible que nadie entrara en su interior. Había cerrado todas las persianas que eran de madera además de cerrar la única puerta del vagón que no estaba precintada. Ese era el único punto por donde el chiquillo podría entrar de nuevo… si disponía de una llave como el. 

A las dos en punto salio del taller y sin que nadie reparara en él, se dirigió de nuevo al viejo costa. Subió al balconcillo. Metió la llave en la cerradura. Le dio la vuelta pertinente. Acciono la maneta y la puerta se abrió.

El interior estaba oscuro. Solo las rendijas de las viejas persianas dejaban pasar algo de claridad. Pedro ni se molesto en levantar una sola. Con la luz que entraba tenia mas que suficiente. Se cambio en el mismo sitio de costumbre, guardando de nuevo la ropa en el armario eléctrico. Se cercioro de que en el interior no había nadie y saliendo al exterior cerro tras de si. Luego se dirigió a la puerta del muro para atravesarlo.

Pero esta vez no se zambullo en el agua. Escondido tras la puerta se puso a vigilar desde allí, a través del ojo de la cerradura, todo el contorno del viejo vagón. 

Se sentó y se puso a esperar. Tan solo estaría unos veinte minutos. Tiempo, creía él, más que suficiente para observar y averiguar como conseguía entrar el chaval en el interior.

Pero pasaron los minutos y nada ni nadie paso. Durante todo el tiempo que estuvo vigilando, media hora ser exactos, ningún ser de dos patas pudo acercarse al vagón sin que él lo viera.

Desanimado y desalentado decidió abandonar la vigilancia. Abrió y cruzo la puerta de nuevo tras lo cual, no sin vigilar a su alrededor, se dirigió  al viejo coche.

Una vez en su interior tras registrarlo todo de nuevo y asegurarse del estado de las puertas de acceso, empezó de nuevo a cambiarse esta vez convencido de que nadie le interrumpiría.

Se había puesto los pantalones y la camisa que tenía al lado encima del asiento, se le cayó al polvoriento suelo. El joven se agacho para recogerlo. 

Su mano, a unos centímetros de alcanzar la camisa, se quedo paralizada. La poca luz que entraba se atenúo vertiginosamente al tiempo que el vagón empezó a moverse a causa de nuevo del viento que empezó a soplar y a entrar por las rendijas cerradas de las persianas moviendo, al igual que las otras ocasiones, el polvo acumulado. Incluso esta vez creyó oír el ruido característico de crujir las ballestas. ¡Aquello no podía estar sucediéndole a él! se dijo intranquilo e incrédulo alzando la mirada mirando a su contorno buscando la presencia del chaval.

- ¿Qué estas haciendo? -. Sonó de golpe la ya voz familiar del chiquillo a las espaldas del joven.

Pedro volvió el rostro  viendo de nuevo la figura del pequeño mirándolo a través de la penumbra en silencio esperando su respuesta.

- ¿Quién eres tu? -. Logro  preguntarle al fin sin salir de su asombro _. ¿Cómo has podido entrar si todo el vagón se halla cerrado…? ¿¡Quién te ha abierto la puerta!? -. Pregunto incorporándose lentamente temeroso ahora de aquello que él ya no creía un juego.

- ¡Estoy buscando a mi mama!_. Le respondió de nuevo con el mismo tono de voz que las veces anteriores - ¿Sabes tu donde esta? ¿La has visto? -. Repitió incansable el chiquillo la misma cantinela con la misma expresión en el rostro.

- No pero a ti si te estoy viendo -. Le respondió al tiempo que intento avanzar hacia el niño muy despacio en un intento de poder atraparlo y evitar así su huida. Pero el pequeño, que pareció adivinar su intención, fue mas rápido que el. Echo a andar hacia atrás de improviso evitando la rápida acometida del muchacho.

- ¡Estoy buscando a mi mama! -. Empezó a sollozar de nuevo sin apartar la mirada __. ¡¡Y tu no sabes donde esta!! -. Casi chillo y afirmo esta vez entre sollozos al tiempo que se daba la vuelta y empezaba a correr hacia la puerta cerrada chillando __. ¡¡¡Donde estas mamaaaaa!!!  

Pedro esta vez no lo dudo. Llevaba puestos los pantalones. Iba descalzo pero estaba seguro de que podía poder atraparlo. Echo a correr tras el chiquillo pero nada mas empezar la carrera tuvo que detenerse por la impresión que le causo al ver algo que nuevamente se escapaba a su comprensión. ¡La puerta que el se había asegurado de cerrar! La que estaba no tan solo cerrada con llave sino que además se suponía precintada desde hacia mucho tiempo estaba abierta de nuevo de par en par dejando traslucir a su través el mismo paisaje agreste de las otras ocasiones.  

¡No era posible! -. Se dijo de nuevo. Era como si realmente el vagón estuviera detenido en otro lugar completamente distinto a aquel depósito. Y acertó a ver esta vez que la barandilla de hierro del balconcito de acceso al otro coche, en el caso de que lo hubiera habido, se hallaba abierta también. Y lo más cruel de todo es que el niño iba directo hacia allí sin que nadie ni nada pudiera evitarlo.

Sucedió como las otras dos veces. La puerta se cerro por si sola una vez el chiquillo la hubo atravesado. El tiempo se clareo acto seguido. El bamboleo del vagón azotado por el viento ceso y la tranquilidad volvió a apoderarse del interior. 

Pedro no se abrevia a moverse. Se hallaba en medio del pasillo a mitad de recorrido de la puerta que se había abierto y cerrado misteriosamente. Incrédulo, apesadumbrado y tras dudarlo de nuevo avanzo hacia ella tratando inútilmente de abrirla. Eso el ya lo suponía pero tenia que comprobarlo. La puerta se hallaba cerrada a cal y canto, tal y como el había comprobado antes de subir. Metió la llave en la cerradura dándole dos vueltas. Esta cedió al final pero solo hasta que el alambre del precinto se lo permitió. La apertura permitida era de uno veinte centímetros. Espacio insuficiente para pasar cualquier persona. Aunque esta fuera un chiquillo de nueve años. 

Trago saliva al tiempo que se dejaba caer en uno de los polvorientos asientos sin perder de vista la puerta. ¿Estaría volviéndose loco acaso? ¿El sol de la playa le había afectado a la mente? Todo había sucedido muy rápido. Nadie podía haber cerrado la puerta y luego precintarla tan rápidamente ni aun para gastarle una broma. Además, estaba el viento, el movimiento del vagón, el rechinar de las ballestas por no contar con el paisaje montañoso y agreste que consiguió ver antes de que la puerta se cerrara.

Se levanto y fue donde tenía el resto de la ropa. Termino de ponérsela y salio al exterior observando el paisaje que se le ofrecía a sus ojos. Lo miro con detenimiento sin bajar. Como si dudase del lugar donde estaba.

El exterior no había cambiado en absoluto. ¡Era el mismo viejo depósito de maquinaria en retiro cerca de la playa! La montaña más cercana estaba a unos cuatro o cinco kilómetros. El vagón se hallaba detenido en una vía muerta del mismo depósito. Sin embargo estaba seguro de lo que había visto. Y nadie le haría dudar lo contrario. Pero la pregunta siguiente era… ¿Qué es lo que había visto en realidad? Lo que había visto… ¿lo había visto realmente o tal vez era una ensoñación o espejismo producido por el calor? 

Personalmente no era de las personas que creían en fantasmas ni aparecidos pero sin lugar a dudas algo ocurría con aquel vagón que se escapaba a su comprensión. ¿Por qué seguía allí después de tantos meses sin que nadie hiciera nada para desguazarlo? ¿Y el por que de la insistencia de aquella broma… si es que de una broma se trataba, claro?  

La sirena anunciando la hora sonó en la lejanía y el no estaba en su puesto de trabajo. El “jefe” le llamaría la atención sin lugar a dudas. En cuanto al caso del vagón, decidió seguir con la misma tónica. Seguiría sin contar a nadie lo sucedido. Con el tiempo… el bromista acabaría descubriéndose. Pensó no tan convencido, ahora ya, de que de una broma se tratara.  

                                                                                     II 

Pasaron dos semanas sin que pedro volviera ni siquiera a acercarse al vagón. De lejos, Pedro lo miraba ahora con aprensión. Todavía no había contado a nadie lo sucedido pero aquella noche en su casa, sentado en la mesa del comedor después de la cena, su madre empezó a recoger la mesa. Vivian solos. Ella era viuda y su hijo era su único sostén. El padre había muerto trágicamente bajo las ruedas de un tranvía al cruzar la calle.

- ¡Mama! Tu que hace años vives aquí cerca del deposito. ¿Sabes algo de aquel vagón de madera que esta junto al muro de la playa?

La mujer, que ya se había levantado, miro a su hijo de soslayo sin responder de inmediato.

-... ¿No te referirás al viejo MZA con la numeración 209? -. Pregunto sin poder disimular sorpresa por la pregunta.

- Si -. El joven se extraño al escuchar la numeración del vagón en los labios de su madre. El nunca le hablaba del trabajo. Incluso se percato del cambio de apariencia al mencionarlo. 

- A ese mismo me refiero. Según los papeles que he podido ver lleva allí un montón de tiempo -. Siguió hablando observando, ahora si, el cambio radical del rostro de su madre-. Otro material mas nuevo a pasado al desguace por delante de el. Tu que tienes confianza con el encargado del deposito… ¿no podrías preguntarle el porque esta ese vagón sigue todavía allí sin que nadie intente de una vez desguazarlo?

Su respuesta fue inesperada.

- ¡¡Ese vagón esta maldito!! -. Exclamo con semblante alarmado al tiempo que volvía a sentarse delante de su hijo __. ¡Bajo ningún concepto, hijo mío debes subir a el! -. Sentencio.

Pedro, sorprendido por aquel cambio de actitud se quedo en silencio. No sabia que decir. La mujer siguió hablando…

- Hay una dramática historia en torno a ese viejo vagón. Desde que ocurrió todos los pasajeros que han viajado en el han contado extrañas historias. Por eso esta aquí. Lejos de su ruta habitual.  

- ¿Qué es lo que ocurre con ese vagón mama? -. Le pregunto recuperándose de la sorpresa causada por su respuesta.

La mujer pareció pensar unos instantes antes de responder. Una contestacion que no tranquilizo nada al muchacho.

- ¡Murieron dos personas en el transcurso de un viaje! -. Señalo añadiendo con pesadumbre -... Dos inocentes a causa de una persecución injustificada.

En la habitación se hizo el silencio. Pedro, sin salir de su asombro siguió preguntando.

- ¿Qué sucedió mama?

La mujer alzo la mirada evitando la del hijo desviándola a la ventana y empezó a contarle una trágica historia ante la sorpresa de su hijo que la escucho en silencio. 

- Íbamos los tres sentados en el ultimo coche hace ya unos 16 ó 17 años. Tú tenías unos diez meses de edad y dormías en el regazo de tu padre que también dormía. Recuerdo también el terrible temporal que nos azotaba desde que salimos de Alcañiz que sin llegar a llover, el viento parecía detener la marcha del tren.

Teníamos sentados delante una mujer y al que debía ser su hijo de 10 años más o menos. Nunca llegue a saber sus nombres ni a donde se dirigían. Recordare siempre lo bien parecida que era la mujer y los modales que empleo al dirigirse a nosotros.

Solo se que en un momento dado la mujer me pidió que le vigilara momentáneamente a su hijo que dormía también con la cabeza apoyada en el marco de la ventana. Que se iba un momento al servicio.

Le respondí que no había cuidado. Que yo me hacia cargo de él hasta su vuelta.

La mujer se levanto sonriéndome yéndose al servicio. Por desgracia esa fue la última vez que la vi -. Sentencio evitando que una lágrima asomara por sus ojos.

- ¿Qué… que ocurrió? -. Pregunto el joven sin comprender.

- No se lo que a ella le pudo ocurrir. -. Respondió la mujer -. Solo te puedo contar lo que vi y vio tu padre.

- ¿¡Y que es lo que visteis!? -.  Pregunto impaciente pedro.

La mujer lo miro un instante en silencio tras el cual prosiguió el relato.

- Al cabo de un rato de irse la mujer el tren sufrió una frenada de emergencia  a causa de la cual tanto tú padre, tú y el niño os despertasteis. De vosotros no me preocupe. Íbamos los tres juntos. Pero el niño, al despertar y encontrarse solo se asusto. Me miro y me pregunto…

- ¿¡Has visto a mi mama!? ¿¡Sabes tu donde esta!?

A Pedro se le helo la sangre al escuchar aquellas palabras. ¡Eran las mismas que le había dicho las tres veces el niño del vagón en los otros tres encuentros!

Su madre noto el cambio de semblante de su hijo y supo lo que ocurría en el acto.

- ¡¡Lo has visto!! ¿¡Verdad!? ¡Incluso has hablado con el! -. Afirmo la mujer muy segura.

- ¿Qué… que ocurrió luego, mama? -. Pregunto eludiendo a la mujer. Esta siguió explicando ahora no ya tan tranquila.

- Que el niño se levanto saliendo al pasillo. Por un momento creí que saldría en pos de su madre pues fue se puso en la misma dirección. Pero algo debió ver que no le gusto y le asusto al mismo tiempo. Vi como habría mucho los ojos poniéndose a temblar al mismo tiempo. Me levante intentando sujetarlo para que volviera a su asiento. Pero justo en aquel momento se dio la vuelta sollozando y echando a correr como un loco en sentido contrario escapándoseme de las manos. Iba chillando y llorando en su loca carrera. Tan ciego iba que no acertó a ver que la puerta de hierro de acceso al otro vagón estaba abierta.

- ¡Pero no había otro vagón, mama! -. Inquirió Pedro -. Tu misma has dicho que ibais en el de cola.

- En efecto, hijo. Eso es lo más grave. ¡Que no había otro vagón! El tren se había detenido encima de un puente tendido sobre un rió. En su loca carrera, el pequeño se precipito fuera del vagón sin que nadie pudiera evitarlo.

-  El niño debió caer justo encima de los travesaños. -. Aludió pedro esperanzado -. Eso en teoría debió detener su caída.

En silencio, su madre movió el rostro en sentido negativo.

- Debió caer en mala posición. Cuando nos asomamos solo acertamos a ver entre las traviesas el cuerpo del niño estrellado entre las rocas del rió.  

De nuevo el silencio se adueño de la casa. Pedro no creía en fantasmas pero tras el relato de aquella historia empezó a dudar. Su madre adivino sus pensamientos. 

- Es un anima en pena, Pedro. Un ánima en pena que esta pidiendo ayuda.

- ¿Qué estas diciéndome, mama? -. Le pregunto -. No creo en fantasmas y no creeré nunca -. Afirmo -. Todo son patrañas, creencias de pueblo sin instrucción ni educación.

La mujer no quiso contrariar a su hijo. No creyó que valiera la pena. Intuía que su hijo había sufrido una aparición. Así que decidió encaminarlo a la única persona que ahora, tras conocer él la historia, tuviera algo de influencia en su hijo.

- Conozco a Don Paco desde que tu padre nos trajo aquí -. Dijo de golpe ignorando adrede la ultima afirmación del joven -.El es tu encargado. Es por eso que tienes este trabajo. Será mejor que le preguntes a el todo lo referente a ese vagón. El sin duda te sacara de tus dudas pero sobre todo no vuelvas a subir a su interior tu solo.

Pedro alzo la cabeza. Ignoraba como lo había supuesto su madre. Otra vez trato de ignorar la ultima frase de la mujer.

-  Mañana sin falta lo haré si es eso lo que quieres.

- ¡Es lo que debes hacer, hijo! A esos dos desgraciados no les queda otro camino.

Pedro la miro un instante en silencio. ¿Dos desgraciados decía? ¡A él solo se le había aparecido un niño asustado! 

Al día siguiente, a las dos en punto la mayoría de trabajadores del depósito se reunieron en un rincón del mismo en torno a una hoguera donde algunas de las viandas de los mismos trabajadores se iban a asar. En un momento dado, Pedro se acerco al encargado que como todos también acostumbraba a comer allí.

- ¡Don Paco! -. Le llamo el joven -. Si usted me permite me gustaría contarle un caso que me ha ocurrido.

El hombre, poco dado a dar conversación a ningún subalterno, lo recibió con un rostro de pocos amigos.

- ¡Abrevia chaval! -. Exclamo sin muchos ánimos -. Tu madre ya me ha advertido que me tenías algo que decir pero podías esperar muy bien a la tarde, digo yo. No ahora que tenemos tan poco tiempo para comer -. Se quejo el encargado.

Pedro trago saliva. No era, en efecto un buen momento pero ya lo había abordado y no se iba a detener.

- Se trata del viejo MZA, del vagón 209 concretamente. El que esta cerca del muro de la playa.

El rostro hombre pareció transfigurarse al escuchar el nombre del vagón.

- ¡Que le pasa a ese armatoste! -. Le pregunto mirándolo fijamente a los ojos.

- Que hace unas semanas… empecé a utilizarlo como caseta de muda de playa. -. Le soltó de golpe sin muchas esperanzas de seguir después de aquella conversación con el empleo.

El hombre cogió inesperadamente al joven por el brazo y se lo llevo aparte. Donde oídos indiscretos no pudieran seguir las palabras de los dos hombres.

- Aquí nadie, de momento puede oírnos -. Objetó -.Y será mejor que me lo cuentes todo sin abreviar detalles por que imagino que hay tema para largo. Ese vagón tiene su propia historia y no la deja entrever a un cualquiera. ¡Vamos! -. Le apremio -. Habla ya. No tenemos todo el tiempo del mundo.

- La verdad es que no hay muy poco que contar pero si usted lo quiere… no le ahorrare detalles

Pedro empego a relatar la historia de cómo empezó todo. Como le había advertido y le había pedido, no escatimo detalle alguno. Al termino del cual…

Paco miraba al chaval con rostro incrédulo pero en silencio. Y así estuvo un rato mirando el suelo tras el cual…

- Será mejor que volvamos con tus compañeros pero de momento ni una palabra de esto a nadie. ¿¡Comprendido!?

- Si señor. -. Le respondió tragando saliva.

- Luego, a la tarde, iré a hacer algunas llamadas. Posiblemente la semana que viene, unos amigos y yo pasaremos a tu casa a hacerte una visita.

Pedro se alarmo dibujándolo en su rostro. El hombre lo noto.

- ¡No tenéis nada que temer ni tú ni tu madre! -. Trato de tranquilizar al muchacho -. Pero es necesario tomar por el asa a este asunto de una vez y terminarlo. ¿Ha sido tu madre quien te ha remitido a mí?

- No me quiso escuchar -. Le mintió angustiado -. Nada mas mencionar el tema me remitió a usted sin más.

- Valerosa mujer, si señor -. Comento con rostro satisfecho -. Juiciosa en grado extremo. Ahora volvamos con tus compañeros y lo dicho… ni una palabra de esto a nadie. Como te he dicho… la semana que viene os haremos una visita. Y miraremos de solucionar de una vez por todas el problema de ese vagón. Además…-. Le reclamo -. Te aseguraras del precintado del vehículo hasta que decidamos que hacer con el. Ya sabes donde están las herramientas. En cuando suene la sirena quiero que te encargues tu mismo del asunto. ¿Entendido?

El muchacho, todavía aturdido asintió silenciosamente.

Y paso la semana 

Eran las ocho de la noche. Pedro y su madre se hallaban sentados en torno a la mesa del comedor esperando la llegada de los invitados. Don Paco se lo había advertido el día anterior. Solo el tic-tac del reloj de pared rompía el tenso silencio que allí reinaba. Una bombilla alumbraba toda la estancia. De pronto sonaron unos golpes en la puerta.

- ¡¿Doña Carmen?! ¿Pedro? -. Exclamo la voz de Don Paco -. ¡He venido en compañía de unos amigos tal y como habíamos quedado!

La mujer miro a su hijo antes de levantarse. Su rostro algo intranquilo pareció buscar un punto de apoyo además de conformidad para abrirla.

Pedro asintió con la cabeza en silencio por toda respuesta.

La mujer se levanto al final y avanzo hasta la puerta abriéndola de par en par.

- Buenas noches Don Paco y compañía -. Saludo la mujer con la mejor de las sonrisas -. Pasen ustedes. Como si estuvieran en su casa.

- Gracias Doña Carmen -. Agradeció el hombre -. Vengo acompañado de dos amigos -. Anuncio don Paco dando el primer paso al interior de la vivienda. Uno de ellos ya lo conoce. Es Francisco, el interventor por muchos años de aquella fatídica línea donde ocurrieron los hechos.

- ¿Cómo esta usted Don Francisco? -. Pregunto la mujer con la mejor de sus sonrisas correspondiéndole el interpelado de igual manera pero en silencio.

- El que le sigue es Mossen Gabriel de la parroquia de Moncada del Hospital que ya esta al tanto de lo ocurrido.

- Ha venido usted de muy lejos padre. Y muy rápido por cierto -. Resalto la mujer rodilla en tierra tal y como mandaban los cánones de entonces al tiempo que le besaba la mano diestra -.  ¿Cree usted que vale la pena tan duro viaje?

- ¡Hija mía…! Afortunadamente estaba en la catedral de Barcelona intercambiando epístolas con el obispo cuando me llego la noticia. Naturalmente de esto nada sabe los santos órganos de la iglesia. Y así debe quedar se decida o suceda en esta casa -. Sentencio el cura con la mejor de sus sonrisas -. No solo creo que vale la pena si no que además es necesario hacer algo ya por el alma de ese desdichado niño.

Las palabras del Mossen quedaron grabadas en la mente de todos. Solo la mente de Pedro, racionalizada por las enseñanzas que había recibido, se resistía aun al motivo de aquella extraña reunión en su casa. Pero por educación y las instrucciones dadas por su madre decidió estar en silencio todo el tiempo que le fuera posible.

- ¡Pasen y siéntense por favor. No se queden en la puerta -. Le invito la mujer al tiempo que cerraba la puerta detrás de ellos -. ¿Quieren ustedes que les prepare una taza de café…? -. Pregunto siguiendo las reglas de la hospitalidad.

- ¡No creo que haga falta, Doña Carmen! -. Rechazo Don Paco -. Hemos venido a lo que hemos venido. Y cuando antes resolvamos este negocio… más tranquilos quedaremos todos. ¿No es así Mossen Gabriel? -. Le pregunto al hombre vestido con sotana que le seguía.

- El señor nos señala el camino. Nuestro deber es seguirlo como el desea. 
 

Ha Pedro no le hizo mucha gracia la presencia del sacerdote en su casa. Pero había sido invitado por Don Paco y siguiendo las reglas enseñadas por sus mayores lo recibió.

- Mi madre les ha pedido que tomen asiento, señores -. Exclamo Pedro levantándose -. Lo que se tenga que hablar se hará mejor hacerlo sentados, ¿no lo creen así?

Don paco miro al muchacho como si lo viera por vez primera. La autoridad de la madre en aquella casa había quedado eclipsada momentáneamente por el razonamiento del hijo -. “Tenia madera aquel chaval” se dijo a si mismo.

Todos los recién llegados se sentaron a excepción de la mujer, que tratando de excusarse...

- Yo, si ustedes me lo permiten, voy a preparar algo en la cocina así les dejo solos señores.

- ¡No lo creo prudente señora! -. Reclamo él Mossen sentado ya.

- Usted al igual que don Francisco y Don Paco son parte integrante del suceso. Tan solo su hijo y yo somos las herramientas que el señor ha de utilizar para solucionar este tema. Le ruego que tome asiento señora. Seria un acto descortés por nuestra parte no contar con su presencia -. Le pidió al final cortésmente el Mossen.

La mujer, en silencio, tomo asiento al tiempo que los hombres. Don Paco fue el primero en hablar.

- Bien. Creo que deberíamos conocer los mecanismos que vamos a utilizar para mandar esa anima en pena al seno del señor. ¿No es así padre?

Mossen Gabriel lo miro en silencio unos instantes.

-… Creo necesario antes informar de lo sucedido a la única persona de estas casa que nos a puesto en sobre aviso de la llegada de nuevo del espíritu de Juan -. Respondió el sacerdote mirando fijamente al hijo de la dueña de la casa -. ¿Por que estamos seguros de que tu, hasta ahora no sabias como se llamaba este espíritu ni sabes nada de lo acontecido en ese vagón? 

- Mi madre me ha puesto en antecedentes -. Aclaro pedro -. Como ustedes deben saber, mis padres y yo estuvimos a bordo de ese vagón cuando todo aconteció. Naturalmente, en aquella época yo tenía unos diez meses. De manera que poco o nada recuerdo del suceso.

El sacerdote asintió.

- Don Paco me ha contado tu pequeña travesura en el vagón. También me ha contado lo que tú dices que te ha sucedido y has visto en el interior que viene a ser lo mismo que vio un joven de tu misma edad años atrás cuando por motivos distintos también utilizo el vagón. No hace falta que me repitas la historia, tu historia que viene a ser la misma en este caso.

- Bien, Don francisco -. Dijo el Mossen dirigiéndose al interpelado -. ¿Quiere ser usted quien ponga en conocimiento de los hechos a este joven…? Al fin y al cabo era usted el interventor del tren.

- Lo haré con mucho gusto Mossen pero le recuerdo que fue Doña Carmen conjuntamente con su marido, que el señor en su gloria tenga, la que por desgracia, con su presencia, pudo contemplar gran parte de los hechos.

Pedro que estaba con la mirada perdida en el sobre de la mesa, alzo la vista encontrándose con la de su madre.

¡- ¡Doña Carmen! -. Exclamo Don Paco -. Le ruego que le explique la historia tal y como usted la vivió en aquellos duros años de posguerra. De lo contrario puede que estemos aquí hasta el día del juicio final como no nos decidamos de una vez. 

III 

Un profundo silencio se formo en la estancia después de concluir el relato que ya conocemos de Doña Carmen.

Don Paco siguió con el resto

- Ambos estaban buscados por las autoridades a causa de la relación de la mujer con un conocido maqui. El niño era su propio hijo.

- ¡El niño también estaba en búsqueda y captura! -. Se sorprendió Pedro ¿Por qué…? -. Pregunto.

-  ¡Era el hijo de un delincuente! -. Justifico el Mossen -. Las autoridades de la época perseguían en si a la madre. Y como no era posible encontrar la una sin el otro… emitieron la orden de busca y captura de ambos. Era la táctica habitual de aquella apoca.

- Una medida muy juiciosa, la verdad -. Repuso Pedro con cinismo sin mucho convencimiento esperando una contrarréplica del sacerdote que no se produjo al proseguir don Francisco con la historia.

- Recuerdo que en el vagón siguiente habían dos hombres muy bien vestidos -. Señalo -. Luego supe que eran policías. Se dieron a conocer tras el suceso. Ella debió descubrirlos al  subir ellos en la ultima estación y al sentirse descubierta debió creer que su desaparición beneficiaria mas la existencia de su hijo que quedarse con el.

- ¡Uno de aquellos policías era yo! -. Se identifico el sacerdote sin que nadie lo hubiera reconocido aun -. Estaba a punto de entrar en el seminario en aquellos días -. Aclaro -. Mi compañero murió en un mal encuentro años atrás -. Señalo -. Que dios lo tenga en su seno.

Todos los asistentes lo miraron sorprendidos por aquella revelación al tiempo que Pedro, en silencio preguntaba a su madre si aquello era verdad. La mujer, por toda respuesta se encogió de hombros. No lo había reconocido.

- ¡Pero el niño debió presentir algo y cuando despertó y no vio a su madre seguramente pensó lo peor! -. Dedujo en voz alta Pedro finalmente ignorando  adrede la identificación del sacerdote que continuo diciendo __. Y sin saber como corrió a buscarla en la dirección opuesta con tan mala suerte que se cayó al precipicio con el tren parado pero… -. Dijo de golpe -. ¿Cómo pueden ustedes estar tan seguros de que el desgraciado que yo he visto es el mismo niño de la historia? ¡Por que yo no creo en fantasmas por mucho que ustedes me quieran convencer! A lo mejor es una broma de unos cuantos oficiales del depósito -. Trato de explicar.

- ¡No! -. Atajo Don Paco con pesadumbre -. No eres el primero que lo ve en el interior del vagón.

Tan solo el sacerdote, conocedor al parecer de toda la historia, se abstuvo de volver el rostro en dirección de Don Paco.

- El vagón fue retirado del servicio por esas mismas causas. En el ocurrían, según los pasajeros, sucesos inexplicables cada vez que pasaba por aquella quebrada. Un… niño que gritaba mama a través del pasillo para luego desaparecer… Una extraña mujer que desaparecía en el balconcillo: Los comentarios fueron demasiado lejos y finalmente la compaña opto por retirar el vagón del servicio. De hecho estuvo arrinconado en un apartadero de Alcañiz durante unos diez meses donde por desgracia se repitieron los sucesos (y esta vez detenido) en las personas de dos chiquillos que jugando se introdujeron en su interior. La compañía opto luego por el desguace pero en Alcañiz, el jefe de estación no quiso hacerse cargo. Así que lo mando a un depósito de tarragona donde estuvo apartado en el interior de un almacén ferroviario.

Luego pasaron los años y la documentación del vagón se traspapelo. Misteriosamente muchos años después aparecieron en este depósito. Nadie sabe ni como ni por que. El jefe de la 5ª zona, también conocedor de los hechos, ordeno entonces que trasladaran el vagón hasta este deposito para su desguace. Y aquí esta desde entonces con las puertas precintadas. ¡Yo personalmente me encargue, nada más llegar de sellarlo!

- Y sin embargo la puerta que yo utilicé estaba abierta y sin el precinto -. Señalo Pedro sin bajar la mirada de Don Paco -. Además, yo a la madre, como ustedes indican, no la he visto todavía.

- ¡Eso es por que yo mismo la conjure en Alcañiz, mandándola al infierno de donde jamás saldrá! -. Exclamo el Mossen sin disimular su orgullo.

A Pedro aquello le sonó a fanatismo. Definitivamente no le caía muy bien aquel sacerdote.

- Seguramente algún chiquillo de las barracas lo debió romper para acceder a su interior más cómodamente -. Justifico Don Francisco ignorando también él aquella inusual justificación del sacerdote al cual tampoco había reconocido ni Don Paco le había presentado antes de llegar a casa de pedro. No quiso dar mas vueltas al asunto.

A continuación se formo el silencio. Nadie se atrevió a romperlo hasta que Pedro pregunto…

- Bueno  Ahora que ya conozco toda la historia. ¿Qué es lo quieren ustedes de mí y de mi Madre? Porque si se han tomado la molestia de reunirse aquí esta noche será por algo… ¿No?

Los hombres se miraron entre si asintiendo en silencio entre ellos. Fue Don Francisco el encargado de hablar.

- La verdad es que es un tanto peliagudo, muchacho. La compañía tiene un problema con ese vagón. Quiere deshacerse de el y no lo consigue. Todos los que han tenido en sus manos la se han abstenido de estampar su firma alegando diversos motivos…

- El caso es que… -. Interrumpió el sacerdote la explicación del antiguo interventor -. Necesitamos que tú o tu madre nos ayudéis a  exorcizar el vagón para poder desguazarlo de una vez y mandar al seno del señor esa alma en pena.

Doña Carmen y su hijo se miraron sorprendidos. Aquello no se lo esperaba ninguno de los dos.

- ¿Nosotros…? -. Logro preguntar Pedro sin salir del asombro al tiempo que miraba al rostro de aquellos tres hombres sin comprender nada -. ¡Ya nos dirán ustedes como…!

- Para esto estoy yo aquí, hijo mío -. Manifestó el sacerdote con la mejor de sus sonrisas - El señor nos señala el  camino, como ya he dicho antes. Nosotros solo tenemos que seguirlo.

Fue Don Paco quien intento explicar el como.

- En Alcañiz se consiguió el concurso de uno de los dos niños. Pero solo se pudo eliminar de este mundo a la madre. Por motivos que desconocemos, el chaval se resistió a irse por más que lo intentamos.

Pedro miro inquisidoramente al sacerdote.

- ¿Puede usted mandar a donde quiera esos espíritus?

- ¡Naturalmente! -. Reconoció con el mismo orgullo -. Al infierno o al seno del señor. Pero es este, en último caso, quien decide.

- ¿Dice usted que es él quien decide? -. Repitió Pedro la pregunta mostrándose sorprendido.

- ¿Eso quiere decir que no siempre esta de acuerdo con los juicios o sentencias que ustedes emiten?

El sacerdote demoro un instante la respuesta. Quería encontrar las palabras justas para aquel joven.

- Somos hombres, muchacho. Solo hombres que tratamos de seguir las enseñanzas del señor. No siempre tenemos la verdad en nuestras manos. También podemos equivocarnos.

- ¿¡Por que no atajamos este tema y vamos a lo que realmente nos ha traído aquí!? -. Exclamo Don Paco atisbando la creciente enemistad entre el sacerdote y Pedro preguntándole al primero -. ¿Ha traído usted todo lo necesario para tratar de mandar a la criatura al seno de nuestro señor? 

- Si usted se refiere a parte de la tierra que cubre la sepultura de los restos de la madre la respuesta es que si.

- ¡Pues no se hable más! -. Exclamo don Paco levantándose imitándole instantes mas tarde todos los demás -. Mañana es sábado. A las cuatro de la tarde no queda nadie en el depósito. Seria conveniente que nosotros cinco nos reuniésemos allí en torno al vagón de marras para solucionar este tema de una vez. ¿Están ustedes de acuerdo?-. Pregunto al tiempo que se acercaba a la puerta.

Los tres hombres y la mujer asintieron en silencio con la cabeza.

- ¡Pues señora y señores demos esta reunión por acabada si no les parece mal! -. Exigió más que pidió el hombre -.  Mañana por la tarde tenemos mucho trabajo por hacer.  

IV 

Eran las cuatro y diez de la tarde cuando Mossen Gabriel con pedro a la espalda, Biblia en mano diestra y en la otra un extraño cofrecillo cerrado entraban al interior del coche tras romper el nuevo precinto procurado por Pedro días atras. Pedro, inconscientemente cerro la puerta tras de si. El sacerdote se volvió al escuchar el golpe.

- No quieres que se te escape nadie ¿Verdad? -. Dijo con una leve sonrisa intentando bromear un poco.

- ¿Cuántas veces ha hecho esto, padre? -. Le pregunto de golpe el joven incrédulo e intranquilo ignorando adrede la pregunta del sacerdote dudando al tiempo de la capacidad del mismo.

Este tosió antes de responder al tiempo que le daba de nuevo la espalda.

- Algunas veces,  hijo mío -. Suspiro -. Mas de las que quisiera recordar -. Afirmo.

Se adentro por el pasillo dos asientos. Se detuvo al tiempo que dejaba un cofrecillo encima de uno de ellos al tiempo que se echaba a un lado.

- ¡Ábrelo con cuidado! -. Ordeno al muchacho sin soltar la Biblia al tiempo que se ponía el alza cuellos de color púrpura.

Este obedeció sin rechistar y al levantar la tapa…

- ¿Esta es la tierra…? -. Pregunto.

- ¡Cierto que lo es! -. Le respondió sin dejar de vigilar -. Tú tienes la obligación de esparcirla a lo largo de todo el pasillo, es la misma que cubre el sepulcro de la madre del niño. Solo de esta manera lograremos que su espíritu venga a recoger al hijo que dejo en el vagón y que lo deje ir de una vez.

Pedro lo observo por unos instantes. El sacerdote estaba intranquilo. El muchacho lo advirtió.

- ¿Qué es lo que teme, padre?

El aludido se volvió. Tenía la frente húmeda. Hacia calor pero no hasta hacer sudar a un hombre.

- ¿Porque me preguntas eso?

Pedro trago saliva.

- Teme usted algo y no quiere decirme nada. Esto es peligroso ¿no…?

El sacerdote después de dudar unos segundos asintió en silencio.

- El espíritu de un alma suicida no es aceptada en el reino del señor -. Explico al fin -.  La tierra que vas a esparcir no es de campo santo. No se enterró a la madre en un recinto sagrado. Si conseguimos que vuelva para dejar ir a su hijo es posible que no este de muy buen humor por esa causa.

- Y arremeta contra nosotros sin compasión, ¿no Padre? -. Exclamo comprendiendo Pedro al final los temores  del  sacerdote. -. Además de no dudar en utilizarla para sus fines. 

Este no le respondió.

Acto seguido, Pedro, cogió el cofrecillo abierto metiendo la mano desnuda en su interior agarrando un montón de tierra de su contenido. Con la mano extendida avanzo hasta el final del pasillo ante la mirada del sacerdote. Deteniéndose delante la puerta cerrada empezó a dejar que la tierra se deslizara a través de sus dedos dejándola caer en el suelo del vagón al tiempo que retrocedía poco a poco. Cuando la mano se le quedaba vacía se detenía y volvía a llenarla repitiendo la operación a lo largo de todo el pasillo. Hasta que la tierra se acabo justo delante de la otra puerta.

- Parece que recogieron la cantidad justa padre -. Recalco Pedro sacudiéndose las manos -. Se ve que en esto tienen ustedes mucha “mano quebrada”.

- El espíritu de un ánima condenada no es muy agradable de ver. Espero que tu primera visión espiritista sea mejor que la que tuve yo.

- Solo quiero hacerle una pregunta padre. Y es que… ¿en que parte de la Biblia se dice que las almas de los suicidas son condenadas exactamente?

- ¡¡Es una orden divina muchacho!! -. Exclamo vivamente el sacerdote sudando a gota gorda -. Lo dicen explícitamente las sagradas escrituras. ¡¡No Mataras!! -. Exclamo.

Pedro lo miro sin inmutarse.

- ¿Sabe una cosa, Padre Gabriel?

- ¿Qué…?

Pedro demoro unos segundos la respuesta y cuando contesto, dejo que una leve sonrisa aflorara en sus labios…

- En casa siempre me han enseñado que la palabra de dios es mucho más que la escritura encerrada en  un libro por muy santo que sea este. Ojalá, él que es tan sabio, logre perdonar en el cielo lo que los hombres no han sabido hacer en la tierra.

El sacerdote lo miro extrañado.

- ¿A que viene esto ahora? -. Pregunto.

Pedro no respondió. No quiso hacerlo. Luego, sin más, pasó delante del sacerdote que se había quedado sin palabras a la espera de una respuesta del joven y se sentó a esperar sin dejar de observar al padre que sin creerse lo que había oído no dejaba de mirarlo. 

- El vendrá, Padre -. Afirmo Pedro -. No le quepa la menor duda -. Dijo de pronto nada más sentarse el sacerdote frente a él -. ¡Y su madre que vendrá a recogerlo… también! -. Afirmo con semblante divertido. Lo que no estoy seguro que es lo que pasara con usted Padre Gabriel.

Al escuchar su nombre, el sacerdote se puso más nervioso todavía. Pero no era su nombre en boca de Pedro lo que lo había asustado si no el tono en que este empleaba ahora con él.

- ¿Qué te esta pasando Pedro? -. Logro preguntar el sacerdote tratando de aparentar serenidad al notar un cambio en la apariencia del joven.

Pedro acercó su rostro al de el.

- Aquel día, el del suceso, usted era uno de los hombres que perseguían a la desgraciada. Usted lo dijo ayer Mossen -. Le recordó con una leve sonrisa en los labios -. De eso hace ya unos 17 años más o menos -. Siguió hablando Pedro sin inmutarse -. ¿Cree  que la madre, cuando llegue, estará satisfecha al ver a uno de sus perseguidores esperándola…?

La respiración del sacerdote pareció agitarse.

- ¿Qué es lo que quieres decir con eso?

- ¡¿No me diga que no se lo imagina!? -. Exclamo Pedro con toda la tranquilidad del mundo.

-  Recuerde que mis padres y yo viajábamos en el mismo tren que la infortunada pareja. Y lo que  es mas… recuerde que estaban sentados enfrente nuestro, como estamos usted y yo ahora. ¿No lo recuerda? Aquel día pasó usted dos veces a lo largo del pasillo. De un extremo a otro asegurándose que no existía escapatoria posible mientras el tren siguiera en marcha hasta la próxima estación. La madre lo vio y el niño tambien.

El sacerdote abrió mucho los ojos sin comprender.

- Usted y su compañero, ahora difunto también, se sentaron en el otro vagón asegurando que  ambas puertas de los vagones permanecieran abiertas todo aquel trayecto. De eso se encargo usted. De esta manera vigilaban a lo largo de todo el pasillo, desde sus asientos, los movimientos de todos los pasajeros de este coche.

Los labios del sacerdote empezaron a temblar sin soltar palabra moviendo el rostro en sentido negativo sin dejar de mirar fijamente al muchacho.

- Les debió extrañar mucho la aparición de la madre en el balconcillo del vagón. ¿Qué les paso entonces, Padre Gabriel? Dudaron entre levantarse y detenerla o… ¿se lo pensaron mejor y optaron por permanecer quietos a la espera de de otro movimiento sospechoso? Seguramente no tuvieron tiempo suficiente de reaccionar cuando vieron como la mujer, dedicándoles una de sus mejores sonrisas, en medio de la pasarela se dejaba caer encima de las vías del tren.

Un silencio mudo empezó a formarse en el interior del vagón.

- ¡Esto se esta poniendo en marcha, padre! -. Anuncio Pedro sonriendo malévolamente.

- ¿Quién… eres tu? -. Pregunto entrecortadamente el sacerdote mientras un viento gélido empezaba a castigar las ventanas cerradas a la vez que la luz se oscurecía vivamente.

- Solo el niño que aquel día estaba en brazos de su padre. Aquel que en su inconsciencia gravo todo lo sucedido de aquellos trágicos sucesos en su mente infantil.

- ¡Eso es… imposible! -. Respondió alarmado -. Tú no tenías más que meses de existencia. ¡¡No puedes recordar nada de aquello!!

- Recuerdo perfectamente la cara del chiquillo al reconocerlo cuando usted estaba en el lindel de la puerta, Mossen. La cara de espanto que su presencia provoco al ver que lo miraba fijamente. Por qué el niño y su madre lo conocían… ¿no, Mossen? Usted jamás acepto que la madre eligiera a otro hombre que no fuera a usted. Por eso la persiguió hasta encontrarla. 

El sacerdote sudaba ahora a mares. Quería levantarse pero era incapaz de hacerlo. Una fuerza desconocida le sujetaba a aquel asiento de madera.

- En una cosa debo darle la razón, padre. El Pedro de ahora, el que tiene usted enfrente… su persona… nada sabe de lo que esta sucediendo en este momento y nada sabrá cuando acabe todo esto -.  Sentencio el joven sin dejar de mirarlo con semblante divertido pero sin malevolencia -. Esta usted hablando ahora con el mismo chiquillo que reposaba en brazos de su Padre.

El sacerdote lo miro abriendo mucho los ojos

- ¡Eso es imposible! -. Rechazo.

- Imposible no, padre. La tierra que usted ha traído ha obrado el milagro. No solamente trae a la madre sino a un aliado de ella. ¡Yo!

- ¡Tu! Tú eres el diablo -. Sentencio el sacerdote no tan seguro de ello.

- No -. Sonrió Pedro -. Soy un alma que ayuda a otras almas. En este caso voy a ayudar que madre he hijo se reúnan y puedan partir en paz. Y que usted no pueda impedirlo.  

Había vivido momentos parecidos a aquellos pero no iguales. Ningún caso de exorcismo era parecido a otro. Según él, Satanás inventaba o se ponía  cada vez una piel de cordero distinta para engañar a los mortales. Sin embargo, hasta el momento, había podido vencerlo en su propio campo. Pero aquello era distinto. ¡Estaba hablando según aquel cuerpo con la mente de un chiquillo de diez meses!  

En el exterior del vagón seguía  todo inalterable. Para la gente de fuera, poco o nada ocurría en el interior. 

- Don Paco… -. Exclamo Doña Carmen algo intranquila por el silencio que procedía del dentro.

- ¿Esta seguro usted que hacemos bien en permanecer aquí sin hacer nada?

- Son las recomendaciones del Mossen las que seguimos Doña Carmen -. Le respondió el encargado sin perder de vista la puerta que permanecía cerrada -. El es el entendido en la materia de las ánimas perdidas -. Y añadió -.  Solo él sabe que es lo que se debe hacer en estos casos. 

En el otro extremo, Don Francisco, el antiguo interventor… seguía con los nervios a flor de piel las indicaciones dadas por el Mossen. El sacerdote le había especificado y advertido que por aquella puerta nada ni nadie, bajo ningún concepto, debía entrar ni salir. Tampoco iría a ocurrir nada del otro mundo. Le dijo solo para tranquilizarlo. Era en la otra donde de verdad debería suceder, si es que en realidad sucedía algo.

Que de todas maneras permaneciera tranquilo y alerta ante cualquier movimiento extraño.  

- Tranquilícese padre. No tema por el señor de las tinieblas. -. Advirtió Pedro -. El nada tiene que ver en esto. Es su conciencia la que estamos juzgando. La de perro de presa de Satanás la que se juzgara hoy sin remisión. 

El sacerdote ya no miraba al muchacho. Contemplaba su alrededor. La penumbra y el viento se habían adueñado ya del vagón de pasajeros. Este se movía azotado por el viento de la quebrada. Como aquel fatídico día en que la mujer se lanzo a la vía. El ambiente y el aroma se repetían en aquel instante. Mossen Gabriel lo recordaba perfectamente.

Fue entonces cuando empezó a suceder lo que ellos estaban esperando.

- ¡¡Busco a mi mama!! -. La voz i la presencia del niño estremeció de nuevo al sacerdote que no se la esperaba. Con la Biblia en las manos abierta, empezó a leerlo y con la voz temblorosa a recitar en latín frases para Pedro ininteligibles. El chiquillo parecía mirarlo sin comprender lo que estaba ocurriendo.

- ¡Eso no le servirá, Padre Gabriel! -. Le advirtió pedro volviéndose hacia la presencia incorpórea del chiquillo ignorando la presencia del sacerdote.

- Intentamos ayudarte, pequeño -. Le respondió con la mejor de sus sonrisas -. Si te esperas aquí, dentro de un momento vendrá tu madre a buscarte.

- ¿Tu sabes donde esta…?

- ¡Claro que lo se! Se ha ido un momento al servicio y ahora mismo vuelve -. Le respondió con la mejor de las sonrisas. 

Mientras tanto en aquel mismo momento, Don Francisco, apoyado en la baranda mirando fijamente la puerta cerrada iba a sufrir el mayor susto de su vida.  

Detrás una nueva figura incorpórea, había ascendido de la nada situándose detrás de viejo interventor.

- ¿Me deja usted pasar, por favor? -. Solicito con toda educación la presencia.

La pregunta se había formulado en el tono habitual que cualquier pasajero que pasaba por el lado del agente le pedía paso. Fueron muchos años de duro trabajo mal pagado Por eso, en un primer momento sin darse cuenta, Don Francisco se aparto inconscientemente. Fue entonces cuando se percato de la aparición.

- ¡Gracias! -. Agradeció el espectro siguiendo su camino abriendo la sombra de la puerta cerrándola detrás de ella.

Una puerta que seguía cerrada a los ojos del viejo revisor y que en ningún momento se había movido.

Aquello era demasiado para el hombre que no supo como reaccionar. Tanto se asusto que no pudo evitar caerse al suelo sin sentido. 

-¡¡Hijo mío!! -. Grito el espectro con los brazos abiertos de par en par al ver al niño en medio del pasillo.

Este, volviendo la cabeza, reconoció en el acto a su madre y con los brazos extendidos se abalanzó en su regazo siendo recibido por esta.

- ¡¡¡Vade retro, Satanás!!! -. Arremetió en un último instante el sacerdote levantándose del asiento sudoroso blandiendo la Biblia ante madre e hijo -. ¡¡No te llevaras al infierno esta alma cándida!! ¡¡Retrocede de donde  nunca debiste de salir, espectro!! -. Chillaba el Mossen frenético ahora.

Las figuras incorpóreas, cogidas ahora de la mano, miraban con atención al sacerdote. La madre sin inmutarse por aquellas palabras, avanzo hacia él sin soltar de la mano a su hijo pasando por su lado. El sacerdote no pudo evitar esconder su rostro con sus brazos en un acto reflexivo de defensa al paso de los espectros. Interrumpiendo así el exorcismo.

Pedro seguía con atención la escena sin levantarse. Madre he hijo se detuvieron a su lado. Los rostros de ambos eran radiantes. Se habían encontrado después de muchos años.

- ¡Gracias! -. Agradeció el espectro de la mujer.

Pedro asintió en silencio guiñando un ojo al pequeño que le devolvió una sonrisa agradecida.

Los espectros empezaron a caminar hacia el otro extremo del vagón. La puerta empezó a abrirse dejando traslucir, en lugar del paisaje agreste al que Pedro estaba ya acostumbrado, una gran luz blanca sin llegar a ser cegadora. Los espectros, sin dudarlo avanzaron hasta penetrar en su interior. La puerta se cerró igual que se había abierto, al tiempo que la luz del día volvió y el ruido del viento cesó por completo.

- ¡¡¿Qué has hecho, maldito?!! -. Rugió el sacerdote apoyado extrañamente en el guardaespaldas de uno de los asientos sujetando todavía la Biblia ante él -. ¡¡Has dejado que el diablo se lleve a esa alma inocente…!! -. Protesto.

Pedro que todavía se hallaba sentado, se levanto y se acercó al sacerdote.

- Padre… Será mejor que revise su conciencia -. Advirtió -. Si lo hace podar ver que el único representante del diablo que ha habido aquí… es usted. 

Luego, dejando al hombre a un lado sin asistirle, siguió su camino hasta la puerta custodiada por el viejo revisor. Pero antes de abrirla…

- ¿Sabe una cosa, padre Gabriel? -. Pregunto encarándose nuevamente al sacerdote -. Todavía no entendemos el odio que ha llegado a sentir por esa mujer. La ha llegado a detestar tanto que incluso ha tratado de impedir que madre e hijo se pudieran reunir en el más allá. 

Seguidamente abrió la puerta ignorando el estado del Mossen encontrándose el cuerpo inconsciente del hombre en el suelo. Cerro la puerta detrás suyo y paso por encima como si no lo viera bajando del vagón. Se encamino al otro extremo ya con paso vacilante en busca de su madre. Don Paco fue el primero en verlo. La mujer siguiéndolo, lo rebasó y corriendo avanzo hacia el.

- ¡Madre! -. Grito Pedro una vez la tenia en sus brazos. Luego cayó al suelo sin sentido. 

Pasaron cuatro días antes de que pedro recobrara la conciencia en una cama del Hospital del mar de Barcelona donde lo llevaron al ver que no podían despertarlo. Los cuidados médicos hicieron el resto. 

- ¿Esta usted seguro doctor? -. Le preguntaba el inspector en el despacho del medico que asistía a Pedro -. Piense que solo tenemos el testimonio del muchacho para saber lo que ha ocurrido ahí dentro. Si usted es de la opinión que nada puede recordar…

- No puedo hacer más. Mis conocimientos médicos solo pueden corroborar lo que ya le he dicho, Inspector. El joven nada recuerda de lo ocurrido en el interior de aquel vagón ni lo recordara en su vida.

- ¡Doctor! -. Insistió el policía -. Piense que un hombre ha muerto y otro esta convaleciente en la cama. El obispado de Barcelona nada dice saber de la presencia de ese sacerdote en el depósito ferroviario. ¿No le parece extraño?

El medico lo miro unos instantes en silencio.

- Solo soy medico inspector -. Afirmo -. De las cuestiones de la fe se encargan los sacerdotes. No puedo añadir más de lo que le he dicho. Tal vez su madre…

- ¡Ni ella ni el encargado del deposito, ni ese viejo interventor saben decirnos que demonios estaban haciendo esos dos hombres en ese vagón! Parece que hayan hecho voto de silencio -. Se quejo.

El medico se levanto alzando sus hombros. Nada mas podía añadir a su diagnostico.  

- ¿Qué… que ha pasado? -. Fue lo primero que pregunto el joven tras comprobar al despertar donde estaba.

Su madre, que no se había movido de su lado durante todo aquel tiempo, lloro de emoción al ver que se despertaba.

-  Nada hijo mío -. Manifestó alegre la mujer -. Por fin estas de nuevo con nosotros.

- ¿Que ha pasado madre? -. Insistió Pedro -. ¿El Padre Gabriel logro salvar el espíritu del niño al final?

La mujer no supo que responder.

- Será mejor que ahora descanses durante una temporada -. Respondió evasivamente al tiempo que arreglaba la cama de su hijo -. Don Paco te ha conseguido la baja temporal por enfermedad. Aprovéchate y descansa todo lo que puedas, ¿de acuerdo? Has sufrido y necesitas mucho reposo.

- Todavía no me has respondido madre -. Reclamo el muchacho sujetándola por un brazo -. ¿Qué ha pasado al final?

La mujer pareció tragar saliva antes de responder.

- ¿Estas… estas seguro de no recordar nada, Pedro? -. Le pregunto algo incredula la mujer -. Piensa lo que estas diciendo, hijo mío.

El joven enarco las cejas al tiempo que habría extremadamente los ojos.

- ¿Que… que es lo que ha ocurrido madre? -. Dijo alarmado sujetando con fuerza a su madre por un brazo.

- ¿Dónde esta el Padre Gabriel? ¡Por el amor de dios ¡responde!

La mujer logro soltarse apartándose de la cama como asustada.

- Al… Padre Gabriel lo encontramos muerto cuando entramos en el vagón, Pedro.

El semblante del joven quedo petrificado de golpe.

- Cuando entramos en el vagón nos encontramos con el cuerpo en el suelo de Mossen Gabriel. Explico Doña Carmen

-  Don Paco intento inútilmente de reanimarlo. Pero no lo consiguió.

- ¡¿Y Don Francisco?! -. Reacciono -. ¿Cómo esta?

-  El esta bien. Tan solo fue un desmayo pasajero. Pero no recuerda nada de lo sucedido.

Pedro miro a su madre con mirada temblorosa.

- ¡Tampoco yo recuerdo nada de lo ocurrido Madre. Tan solo recuerdo el momento en que entramos los dos juntos en el vagón! -. Se defendió empezando a llorar.

La mujer se acercó a la vera de su hijo convencida de que este decía la verdad sentándose en la cama a su lado.

-  Te creo hijo y debo decirte que nadie te acusa. Solo que sabemos que algo extraño ocurrió mientras vosotros dos estabais en el interior del vagón. Pero la insistencia del Padre Gabriel de permanecer solos en su interior te hace ahora sospechoso en parte de su muerte.

- Y… ¿y como fue, madre?

- Los médicos que le atendieron dijeron que se le había parado el corazón. Un ataque cardiaco han dicho. Pero tranquilizare. La policía solo quiere saber que estuvisteis haciendo allí dentro.

- ¿Y tu no se lo has dicho, madre? -. Le recrimino -. ¡Lo sabes mejor que nosotros!

- Si pero la policía no cree en esas cosas. Don Paco y Don Francisco tampoco han aclarado nada. ¿Estás seguro de no recordar nada, hijo? -. Le volvió a insistir la mujer al tiempo que volvía a sentarse en el lado de la cama.

-  Nada, madre. Te lo juro por la memoria de mi padre que también murió en este depósito ferroviario -. Aseguro Pedro.

- Entonces es cierto que no sabes nada -. Murmuro y creyó la mujer sin dejar de mirarlo al tiempo que apartaba un mechón de cabello de la frente de su hijo -. En parte eso es una bendición que el señor te regala.

Pedro la miro extrañado.

- ¿Por qué dices eso, madre?

La mujer emitió una sonrisa.

- Por que estoy segura de que hiciste una buena acción y el te lo premia con esa perdida de memoria, hijo mío -. Sentencio la madre acariciando la cabeza de su hijo sonriendo enigmáticamente. 

Pedro tardo en reincorporarse al trabajo dos semanas más. Para cuando pudo hacerlo el vagón 209 había sido desmantelado por completo. 

Dedicado a todos los que tuvieron de emigrar de sus casas tras la guerra civil Española y especialmente a todos los desaparecidos, antes, durante y después de esta. 

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                                                                         Fin 

 

FIN

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